Cris observó a Sam través de la ventana, a su lado, sus guaruras. Se quedó en medio de la estancia enfrentando la situación. Era segura su sorpresa, incluso su enojo, pero ni por un momento pensó obtener su ayuda.
Se escuchó el giro de la llave en la cerradura, Sam abrió la puerta y se le quedó mirando de manera burlona. Los escoltas levantaron su arma, pero les ordenó guardarla y replegarse en la pared, atrás de ella.
—¿Qué demonios haces aquí? ¿Cómo entraste? —El olor dulzón de su perfume, penetró en la habitación. No esperó la respuesta—. Dame las malditas llaves —le ordenó estirando la palma de su mano. Al acercarse a entregárselas, pudo observar la gruesa máscara de pestañas en sus ojos que le daban un aspecto ordinario—. Debí cambiar la estúpida chapa, aunque con tus ideas fantoches, no pensé que entrarías de esta manera. —Las colocó dentro de su bolso.
—No deseo molestarte. Entiendo que esta, ya no es mi casa, ni siquiera me interesa lo que he dejado en ella. Puedes quedarte con todo, solo necesito mi vieja cajita musical. La busqué en donde siempre la guardaba, pero no parece estar en ningún lado.
—¿Por qué diantres crees que te la daré? Después de tu engaño con esa… señora, no esperarás mi ayuda, ¿o sí?
—En verdad la necesito. Sé que la tienes.
Caminó hacia el bar, sirvió dos copas de vino. Bebió una de un sorbo y le ofreció la otra. Sam la rechazó.
—No vine aquí a socializar. —Esa caja contenía el documento que podría salvar a su hija, no se iría sin ella.
—Vamos. —Suavizó su tono—. Es solo un trago. Podría darte la caja después del brindis. Se sirvió más vino. Cris la tomó y la bebió con rapidez. Sam siguió el rastro del vino desde la copa en su mano, hasta el momento que entró en su boca. Sonrió al observar la última gota.
—No me mires así, antes me mirabas de otra manera.
Cris entrecerró los ojos. Observo su cuerpo, su cuello, su rostro, su boca, hizo una mueca y giró la cabeza.
—¿Dónde está la caja?
—En esta mano tengo la llave de este estuche —le indicó, al tiempo que lo sacaba de la cantina— Ahí se encuentra el antídoto del veneno que has tomado. ¿Qué prefieres, el cofre de música o el contraveneno?
—Es mentira, tomaste del mismo vino.
—Pero no de la misma copa. Mentí, esperaba tu llegada. Tienes 24 horas antes de morir.
—Te miro y no comprendo como pude amarte algún día.
—¿Entonces ¿qué quieres?
—La caja —dijo sin dudarlo.
Caminó hacia el librero donde tomó un ejemplar de un libro, atrás de este se encontraba escondida la pequeña caja musical. La colocó en su palma. Cris se acercó a tomarla. Antes de soltarla Sam le pidió: —Dame un beso, el último, podría darte el antídoto.
—Prefiero morir.
—Así será.