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Al despertar vio a un hombre desconocido dentro de su alcoba, de espaldas a ella, mirando hacia la calle por la ventana.

—¿Qué hace aquí? ¿Quién es usted? ¿Cómo entró? —Yamilet buscó su celular sobre el buró.

El hombre giró hacia ella y sonrió con indulgencia.

—Son demasiadas preguntas, que no puedo responder. No hay tiempo. Necesitas escapar. Mañana la policía te arrestará por asesinato, la única manera de evitarlo es que huyas ahora mismo.

—Entiendo, intenta tranquilizarte. Si me das el número de algún pariente o amigo, puedo llamarlo y pedir que vengan a buscarte.

Ella se dirigió a la sala, donde tomó el teléfono, pero la línea estaba muerta.

—Estamos detenidos en el tiempo, no hay ninguna señal por ahora. No tienes que creerme, solo mira por la ventana.

A través del vidrio, pudo observar los mismos edificios de siempre, automóviles, y gente, pero esta vez estaban congelados, como estatuas.

Sintió un escalofrío, el hombre en cambio, parecía sereno.

—¿Y a quien se supone que mataré?

—A mí. Golpearás mi cabeza tan fuerte, que moriré al instante… El tiempo volverá en un segundo. ¡Escapa!

Yamilet despertó y vio a un desconocido dentro de su alcoba, de espaldas a ella, mirando hacia la calle por la ventana. Tomó la lámpara y lo golpeó tan fuerte como pudo.

Un Día Único

El caminar de Marion era portentoso. La tela ligera de su vestido se balanceaba al ritmo de sus pasos. Su cabello suelto demarcaba un rostro exquisito. Sentía el aire con olor a hierba penetrar en su cuerpo. El gentío la observaba. Aún si hubiera deseado ser ignorada, no podría pasar desapercibida, incluso en una ciudad como México.

Era habitual sentir las miradas en ella; sin embargo, se turbó ante la sensación de un escrutinio diferente. Divisó a un hombre alto, bien parecido, de mediana edad. Usaba un abrigo negro a pesar de la temperatura elevada. Siguió mirándola de fijo después de que Marion giró para observarlo.

Después de segundos de miradas decidió continuar su camino a un paso regular. Luego, aceleró un poco al sentirse perseguida. Miró hacia atrás, su corazón se aceleró a causa del acoso.

«¿Se atrevería a lastimarme entre la multitud?», pensó.

Se quitó las zapatillas que la hacían vulnerable; corrió tan rápido como pudo sintiendo el calor del pavimento en su piel. Esquivaba coches en la carretera o gente en las banquetas. Descansó hasta que no lo veía más. Examinó el entorno jadeando. Se esfumó, pero no se sintió segura todavía.

—Disculpe. —Una mujer mayor se excusó por empujarla sin intención.

—No hay problema, señora —contestó aliviada al ver que no era ese tipo.

—No temas — prosiguió la señora—. Pareces confundida, linda.

—Gracias. Me siento bien.

—Quizás esa persona solo deseaba darte un mensaje.

—¿Quién?

La mujer sonrió y continuó su camino. Marion la observó embobada hasta que desapareció en la esquina de la calle. Había sido una tarde extraña, solo quería llegar a casa para dormir temprano. Viernes por la noche. ¡Para nada! Era más seguro mirar una película en cama.

La mañana siguiente despertó de madrugada, limpió el departamento y comenzó su arreglo. Hoy sería un nuevo día, algo en su interior le indicó que iba a ser único.

Desayunaría con su hermana como cada último sábado del mes. Su automóvil estaba en el taller, así que tomó un taxi. Incluso a las nueve de la mañana el tráfico era terrible. Optó por bajar unas cuadras antes.

—Estoy seguro de que será un día único, ¿no lo cree? —El taxista pronunció esas palabras.

—¿Perdón?

—Muchas gracias.

El automóvil avanzó a gran velocidad. Marión eligió olvidar su sorpresa al escuchar sus ideas en las palabras de aquel taxista. Mera casualidad.

​Cruzó la calle para travesar el parque; tenía suficiente tiempo. Deambuló distraída a paso lento. Se sentó en una banca, otorgándose un momento de paz. Una pequeña de no más de diez años y rizos hermosos se acercó con una pelota en sus manos.

​—¿Lo harías? —preguntó la niña

—¿Cómo te llamas? —respondió mirando sus ojos oscuros.

—Sandy.

—Ok Sandy. ¿Deseas que juegue contigo? —La niña negó con la cabeza.

—Eres tú quien puede hacer que este día sea único. —Corrió con su pelota abrazada.

—¡Sandy, no te vayas! Dime lo que quieres decir. —Se levantó para ir tras ella, pero alguien tomó su brazo deteniéndola. Lanzó un sollozo; el tipo del día anterior estaba frente a ella.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres? —Soltó su brazo.

—¿Acaso importa mi nombre?

​—¡Eres un loco!

Miró a su alrededor para buscar la manera de escapar. Se apresuró hacia la carretera. Él la siguió. Ella giró al escuchar un carro acercarse; entonces, él la alejó de la posición de peligro para protegerla. El coche no se detuvo.

​Ese extraño la salvó. Quedó en medio del pavimento, levantando sus manos, pidiéndole que se acercara.

​—Tienes un don con el cuál naciste. Lo sabes; pero no es exclusivo. Tienes que aprender a usar los otros. —Murió.

Ella sostenía su mano. Era el comienzo de un confuso y único día.